Edición N° 418 - Febrero 2018

¿Cuánto debe durar una casa?

 
  • La sala de estar. La mejor interpretación de la estructura extravagante se resume en la silla roja y azul “diseño de Rietveld”, en el centro de la casa.

  • Los dos grandes paneles deslizantes seccionan la gran sala de estar y construyen dormitorios separados.

  • La mesa del comedor de luz natural. Las paredes de mamposteria se desnudaron al mínimo. El resto es de vidrio.

 

El arquitecto Gerrit Rietveld estaba convencido de que sobrepasadas las cinco décadas, los edificios dejaban de relacionarse con su tiempo. Se equivocó, dice la periodista Anatxu Zabalbeascoa y nos cuenta el porqué de esta afirmación

La tradición doméstica japonesa pasaba por renovar las viviendas cada 20 años. Se cambiaban los suelos o los tejados por otros nuevos, pero idénticos. De esa manera, allí las casas eran como los ríos: siempre las mismas y siempre distintas a la vez. Durante el siglo XX esa costumbre se perdió. Y hoy, la arquitecta norteamericana Naomi Pollock -autora de la nueva monografía sobre vivienda japonesa Jutaku (Phaidon)- estima que las casas más extravagantes del mundo se levantan en los terrenos cada vez más pequeños de la isla de Honshu para durar tan solo 30 años. Algo más que eso, medio siglo, fue lo que el diseñador holandés Gerrit Rietveld calculó que podía durar la Casa Schröder, la primera que él levantó, en 1924, en las afueras de Utrecht. El arquitecto neoplasticista estaba convencido de que sobrepasadas las cinco décadas, los edificios dejaban de relacionarse con su tiempo. Pero está claro que se equivocó.

Truus Schröder y Gerrit Rietveld se habían conocido a través del marido de la primera. El mueblista era tosco e intenso, había abolido toda ornamentación de la antigua carpintería de su padre. Ella era refinada y burguesa. Había dejado de lado sus estudios de farmacia para dedicarse al diseño y quería una habitación propia. Ese fue el motivo por el que su marido, que era abogado, le presentó a Rietveld. Este le mostró su silla Red & Blue -un Mondrian (Piet Mondrian, pintor vanguardista neerlandés), en tres dimensiones que parece construido con una baraja de cartas- y el entendimiento entre ambos fue instantáneo.

Finalizado el despacho se hicieron inseparables. Ella buscaba encargos, él se reinventaba como creador. Cuando el marido de Truus murió, ella decidió cambiar de vida mudándose de casa. Con ese cambio modificó también la existencia de Rietveld, que pasó de diseñar muebles a levantar edificios.

La casa es pequeña. El amarillo, el azul y el rojo se la reparten. El rojo destaca lo importante: la palanca para abrir una puerta o el estante donde Truus dejaba su reloj por la noche. Con dos plantas que suman apenas 80 metros cuadrados parece un rompecabezas. Sus espacios se suman o restan según se necesite. No es que las paredes se muevan, es que todo se despliega. Cualquier situación, desde tener intimidad hasta almacenar la compra sin esfuerzo, parece prevista. Todas las estancias tienen acceso al exterior y un pequeño lavabo. Es una casa modesta pero también una lección de ingenio que en 1924, como hoy, parecía extraterrestre. La gente de Utrecht iba hasta allí los fines de semana para verla. Lo cuenta un joven historiador, que fue Erasmus* en el Museo del Prado, y que ahora trabaja allí: “Más allá de oler la vida que llevaban dentro dos de sus conciudadanos, querían ver el futuro”. Eso es lo que todavía se ve en el número 50 de la calle Prins Hendriklaan.

El solar ya no marca el final de la ciudad. Las vistas ya no son las de los polders (los terrenos ganados al mar) que Truus y Gerrit quisieron meter dentro con ventanas que no son agujeros en las paredes, sino que hacen desaparecer las fachadas. Y es que la casa sigue apuntando al futuro. A uno en el que las viviendas se hacen y deshacen según las necesidades. Truus Schröder vivió allí seis años con Rietveld. Y luego 21 más sola, hasta que murió en 1985. Nada ha sido alterado, pero la vivienda no es un mausoleo. Es una celebración del juego y la aventura. Uno de los pocos retratos que cuelgan de las paredes es el de una sonriente Truus. Lo firmó Elizabeth, la segunda hija de Rietveld. “En la vida he sido más feliz restando que sumando”, dice ella en el vídeo que escuchamos los visitantes. La suma la dejó para la construcción que, casi centenaria, confirma que Rietveld se equivocaba: una casa puede durar una eternidad.

 

Icono del movimiento moderno

La Casa Schroder es la máxima expresión arquitectónica del Movimiento Neoplasticista fundado en 1917 marcado por las formas puras y el empleo de colores primarios. Un estilo que tomó el nombre del periódico De Stijl fundado por Theo van Doesburg, que se convirtió en referente de los ideales del Arte Moderno en los Países Bajos, destacando figuras como Piet Mondrian, JJP Oud y el propio Gerrit Rietveld.

En el aspecto arquitectónico se descubre  una libre composición de planos horizontales y verticales consiguiendo una separación formal entre estructura y cerramientos. Una flexibilidad espacial que permite una libertad no sólo formal sino de distribución, con la libertad de planta como principio de la Arquitectura Moderna y la independencia visual de cada una de sus partes.

Esta libertad e independencia visual se ve reforzada por el empleo del color, mediante el uso de los colores primarios del movimiento Neoplasticista, acentuando la identidad de cada uno de los componentes de la casa. Los planos y las líneas que conforman la vivienda se separan y deslizan unos sobre otros, conformando los tradicionales elementos de la arquitectura (balcones, aleros, dinteles y pérgolas) con un lenguaje completamente moderno.

La casa remata una hilera de viviendas entre medianeras y se despreocupa por completo de integrarse con las mismas. Según palabras del propio Gerrit Thomas Rietveld. “…Sin preocuparnos por adaptar de algún modo la casa a las construcciones tradicionales de los Prins Hendrikjaan, nos limitamos a unirla a la casa adyacente, era lo mejor que podríamos hacer: destacarla en un contraste lo más fuerte posible. Lógicamente, era muy difícil ajustar esta idea al código constructivo local. Por esta razón, la casa presenta, en su piso bajo, una disposición bastante tradicional, es decir, con sus muros fijos; en el nivel superior, sin embargo, simplemente añadimos un ático, y en él hicimos la casa que queríamos hacer…”

La Casa Rietveld-Schröder es una composición de planos y líneas puros, construida mediante los materiales tradicionales, acero, ladrillo y vidrio resaltando la independencia de sus elementos mediante el uso de los colores primarios.

En su interior la comunicación visual entre las distintas estancias crea un espacio infinito que no se encierra en sí mismo y que se une al entorno que rodea a la vivienda. Así mismo, los elementos geométricos que construyen esta vivienda siguen la composición de sencillas líneas y planos puros, una obra poética que une pintura y arquitectura.

El comienzo de Gerrit Rietveld como diseñador de mobiliario queda presente en infinidad de detalles de la vivienda; particiones interiores móviles, mesas y escritorios personalizados y por supuesto su legendaria silla roja y azul diseñada en 1917.

La casa fue restaurada por Bertus Mulder y actualmente es un museo.

 

Fuentes

http://elpais.com

www.cosasdearquitectos.com

(*) El programa Erasmus, acrónimo del nombre oficial en idioma inglés EuRopean community Action Scheme for the Mobility of UniversityStudents (Plan de acción de la comunidad europea para la movilidad de estudiantes universitarios), es un plan de gestión de diversas administraciones públicas por el que se apoya y facilita la movilidad académica de los estudiantes y profesores universitarios dentro de los Estados miembros del Espacio Económico Europeo, Suiza y Turquía. El acrónimo fue elegido porque coincide con el nombre en latín del filósofo, teólogo, y humanista neerlandés Erasmo de Róterdam (Desiderius Erasmus Roterodamus/ 1465-1536).

Para participar en el programa Erasmus los estudiantes deben estar cursando una carrera universitaria de grado medio o superior, y haber completado su primer año de formación. Los estudiantes seleccionados para el Erasmus cursarán sus estudios durante un periodo de tres a doce meses en otro país europeo que computarán y serán reconocidos en su universidad de origen una vez regresen.

Yeruti Arza, del staff de Mandu’a, estudiante de la carrera de Arquitectura en la Universidad HafenCity de Hamburgo, Alemania, fue una de las estudiantes elegidas para el Programa Erasmus obteniendo una beca de un año para la Universidad Politécnica de Madrid, estudio que realiza en la actualidad.

 

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