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Año XXXIV - N° 404 - Diciembre 2016

Editorial

Con Trump regresa la barbarie

Tras la victoria de Donald Trump en las recientes elecciones de los Estados Unidos de América, un negro panorama se cierne sobre los países latinoamericanos y del Caribe. Es cierto, sin embargo que para ningún gobierno, sea Republicano o Demócrata, la región de América ubicada al sur del río Bravo nunca fue de buenos aires.

Sin distinción de partidos, siempre los yanquis tuvieron a los países de América Latina y el Caribe como patio trasero de todas las inmundicias, aunque hay que reconocer que hubo ciertos matices favorables esporádicamente como cuando el presidente James Carter viró hacia una política de defensa de los derechos humanos. Recordemos, por ejemplo, que la rápida reacción del embajador en el Paraguay, Robert White, impidió, (es de suponer), que Domingo Laino, secuestrado por la dictadura, se convirtiera en un desaparecido más. 

Con el triunfo del empresario republicano devenido en inesperado político, todas las aguas turbias del encono hacia nuestros países vuelven a agitarse con turbulencia. Y una nueva amenaza, como una renovada espada de Damocles, pende sobre los territorios latinoamericanos y caribeños.

El expresidente uruguayo José Pepe Mujica fue el que mejor expresó en una entrevista la situación que se avecina al decir “¡Socorro!”. El viejo zorro de la política manifestó de ese modo que llegan otra vez tiempos arduos que nos retrotraen a los discursos centrados en “América para los americanos”, que en buen romance significa “América para los yanquis” y del big stick (gran garrote), aplicados en decenas de ocasiones y que tan severos daños causaran a nuestros pueblos.

El peor Estados Unidos para Latinoamérica y el Caribe está retornando. Las exposiciones públicas del presidente electo exhiben intolerancia, soberbia, fascismo y odio hacia lo que él considera abominable, sin miramiento alguno a la condición humana y echando por tierra los progresos y conquistas obtenidos a lo largo del tiempo y en ocasiones luego de arduas luchas y muchas veces de esperas interminables.

Baste hacer un rápido recorrido por la historia americana para encontrar las nefastas huellas estadounidenses en intervenciones indirectas o directas que siempre conllevaron el ánimo de hacer prevalecer sus intereses aunque ello implicase consecuencias denigrantes y oprobiosas para nuestros países. Nunca dejaron de encontrar traidores y obsecuentes títeres que se alinearon a sus pretensiones.

En el siglo XIX su vecino México fue una de sus víctimas favoritas al apoderarse por la fuerza de las armas o del dinero de vastas extensiones territoriales. Los estados de Tejas, Nuevo México, California, Nevada, Utah y parte de Colorado, Arizona, Wyoming, Oklahoma y Kansas eran mexicanos y son evidencia irrefutable de sus métodos de expansión y perversas conquistas.

Varios países centroamericanos convertidos en republiquetas bananeras por el afán depredador norteamericano fueron también parte de negros capítulos de violencias y atropellos. Los Somoza en Nicaragua, o Trujillo no muy lejos de allí, fueron piezas clave del despiadado ajedrez americano que los tuvo como dóciles peones. Colombia y el affaire de la independencia de Panamá y posterior apoderamiento del Canal fue parte del mismo sistema devorador e inmisericorde hasta que, tras larga y porfiada lucha, Torrijos recuperó durante el gobierno de Carter la soberanía sobre el mismo.

Cuba no fue ajena a dichas intervenciones. Tampoco lo fueron Venezuela, Colombia, Chile, Argentina, Bolivia y nuestro país donde apoyó sanguinarias dictaduras. El Plan Cóndor fue parte de su política de sangre y crímenes de lesa humanidad. Lo más terrible acaso fue lo de Chile donde la CIA orquestó con Pinochet el sanguinario plan para derrocar a Salvador Allende, gobierno democrático de izquierda, electo legítimamente en comicios libres y que durante sus tres años de existencia respetó a rajatabla el estado de derecho.

En nuestro país perfeccionó el esquema de tortura y terror al mando del dictador Stroessner. Los torturadores eran adiestrados por oficiales americanos en la zona del Canal de Panamá, entonces bajo soberanía americana.

Con Trump, otra vez se avizora aquella negra época de intolerancia e intervencionismo. El anuncio de la deportación de 3.000.000 de extranjeros, la mayoría latinos, evidencia que empieza la hora en que el discurso se hace realidad. Luego vendrán las demás acciones contra nuestros pueblos.

Lo que queda es estar alertas y resistir los ataques del que hace involucionar la historia para volver al tiempo de la barbarie. Ojalá nunca más volvamos a vivir la esclavitud de la dictadura.

 

 
 

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