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Año XXXVII - N° 434 - Junio 2019

Editorial

 

El desencanto de los políticos, una amenaza para el Paraguay

Las democracias que viven a la sombra de la corrupción de los políticos que han perdido toda vergüenza y han olvidado que fueron votados para construir el bienestar de la República, corren el serio peligro de morir estranguladas por populismos arrolladores que tarde o temprano aparecen en el horizonte.

El resultado de ese modelo –basado en teoría en la libertad y en la independencia de los tres poderes del Estado- carente de un contenido social en el marco del respeto a las leyes y con un permanente abuso de poder de los sectores hegemónicos, es el desencanto de la población.

Viendo tanta corrupción e impunidad por doquier, la ciudadanía termina condenando el sistema democrático cuando en realidad no es el modelo de gobierno el que falla sino que los hombres que la debieron haber implementado en su sentido correcto.

El Paraguay vive hace 30 años un proceso que, en vez de llevarnos para adelante, amenaza seriamente con retrotraernos a etapas de la vida nacional que hubiéramos querido superar ya para siempre a través de gobiernos que nos permitan superar las limitaciones y proyectarnos al futuro con esperanza.

La complicidad estructural de los políticos –y, por extensión, con otros poderes fácticos-, con la justicia es uno de los males endémicos más aberrantes del presente. Si la justicia pusiera en orden lo que desordenan los políticos por sus ambiciones desmedidas y su falta de compromiso con la Patria, otro sería el Paraguay y habría una instancia confiable a la cual recurrir.

Lo ocurrido con el ahora destituido senador Víctor Bogado ha sido otra muestra clara de una justicia cobarde y aliada con la corrupción que dilató por años un caso que para toda la opinión pública era de una claridad meridiana: valido de su poder, hizo que los contribuyentes pagáramos, a través del Parlamento, el sueldo de su niñera. El caso es similar al del exdiputado José María Ibáñez, quien con rubros de la Cámara de Diputados solventaba el salario de sus caseros de Areguá.

Los otros casos –de González Daher, del exfiscal general del Estado Javier Díaz Verón, el diputado Ulises Quintana, que están presos-, por recordar algunos de los más emblemáticos,  reflejan la misma torpe y cómplice lentitud con los que claramente han transgredido normas legales. Es evidente que la estrategia es que la opinión pública vaya olvidando de a poco para que finalmente la impunidad vuelva a enseñorearse como ha sucedido tantas veces.

Los políticos del Congreso, ante la presión ciudadana harta de tanta corrupción, impunidad y abuso de poder, han tenido que deshacerse de lastres que amenazan con hundirles también a ellos. Lo han hecho de mala gana, no por la convicción de que o se depuran o se mueren sino porque quieren seguir ocupando sus bancas para continuar con el mismo esquema de siempre.

Es lamentable que entre ellos haya políticos que tan ruinmente se desenvuelven, sin ser capaces de actuar a favor de la República con posturas firmes, categóricas y permanentes a favor de la ciudadanía. Bastará citar solo el caso del senador Blas Llano, antes subido al carro del cartismo y ahora genuflexo al marioabdismo.

Lo que se está viviendo es peligroso y los políticos disimulan no darse cuenta porque sus gestos a favor de la decencia son muy escasos y no tienen toda la fuerza que se requiere para dar un golpe de timón que instaure la credibilidad de los que dirigen el país. La desilusión puede llevar a situaciones trágicas.

La historia -a la que ya Cicerón en la antigua Roma llamaba “magistra vitae”, “maestra de la vida”, porque supuestamente debía enseñar los errores que no hay que volver a cometer-, muestra ejemplos de los que debería aprenderse.

Venezuela llegó a la situación actual por la pésima calidad de la democracia que sucedió a la dictadura de Pérez Giménez con Lusinchi, Herrera Campins y Carlos Andrés Pérez, entre otros. Yendo un poco más lejos y tocando las puertas de una tragedia colosal, está la aparición de Hitler, de consecuencias desastrosas para la humanidad.

En nuestro país, tenemos las andanzas del populista Lino Oviedo que, por fortuna, no llegó nunca a gobernar. Y, en la actualidad, la aparición de “Payo” Cubas.

Lo citado nos muestra que si la democracia no funciona a favor de las mayorías –como debe ser- se corre el serio riesgo de que aparezcan mesiánicos que prometen la salvación de todos cuando, en realidad, a lo sumo, será la salvación de ellos por algún tiempo.

En medio de todo esto, aparece una verdad innegable: abordada con inteligencia una crisis, puede ser la puerta abierta de grandes oportunidades. Puede llevar a la depuración de la obsoleta política tradicional con la aparición de nuevas figuras y de nuevos movimientos que apunten a un verdadero cambio.

El panorama es sombrío, pero no lo suficientemente grave como para que impida la aparición de respuestas que permitan superar la corrupción, la impunidad y el abuso de poder construyendo una nueva era para el Paraguay.

 
 

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