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Año XXXVII - N° 435 - Julio 2019

Editorial

 

Urge que el MOPC continúe la restauración del templo de Yaguarón

Lamentablemente, hasta hoy, el Paraguay descuida su memoria instalada en su patrimonio arquitectónico. Carece de la conciencia de que los edificios y cuanto hay en ellos son parte de nuestra historia. Cada uno de ellos, a su modo, constituye un testimonio objetivo de la vida de nuestro país.

La disposición de sus espacios, el uso de los materiales de construcción, su emplazamiento y otros aspectos inherentes a lo construido narran lo que fue una época y hablan de la manera en que nuestros antepasados resolvieron situaciones concretas. Son el discurso de la cultura en un momento dado. A partir de allí es posible “leer”, encontrar significados, a lo que fue nuestro pueblo en épocas pasadas.

Una de las riquezas arquitectónicas más relevantes de nuestro país, el templo de San Buenaventura, de Yaguarón (departamento de Paraguarí), declarado Patrimonio Histórico por la Ley 2226 del año 2003, se encuentra hoy en deplorable estado porque las autoridades a las que compete su restauración no han sido capaces de articular con éxito las medidas que corresponden para su preservación.

Yaguarón es la denominación del poblado en guaraní  que provendría de jaguaru, un perro gigante, de ojos de fuego, que merodeaba en la zona, o de Ñaguaru, nombre de un líder indígena guarani del lugar. Sea cual fuese el nombre primigenio, parece evidente que los españoles tergiversaron los sonidos convirtiéndolos en el nombre que hoy lleva la ciudad.

Fue fundada posiblemente por Domingo Martínez de Irala en 1539 o por los franciscanos Luis de Bolaños y Alonso de San Buenaventura en 1586.

La iglesia fue erigida entre 1755 y 1772, de modo que lleva ya casi 250 años de existencia. Las huellas de hábiles y avezados artesanos guaraníes están en cada rincón del templo. Las tallas de los santos, el retablo, los púlpitos, las columnas y todo cuando hay en él son el invisible lenguaje de un pasado que pervive gracias a la obra arquitectónica que permanece en pie a pesar del largo tiempo transcurrido.

Lo que ocurrió en los últimos cinco años refleja la poca importancia que el Ministerio de Obras Públicas le da a estas expresiones de nuestra cultura arquitectónica. Los trabajos de restauración se iniciaron en el 2014 y quedaron inconclusos por la irresponsabilidad de la empresa contratada que no culminó su contrato.

Lo más grave es que, de acuerdo a lo referido por el sacristán del templo de Yaguarón, Antolín Alemán, en una segunda licitación la empresa que había fracasado ya, cambiando su denominación, volvió a ganar la convocatoria para continuar los trabajos suspendidos. Ante esa situación, los yaguaroninos salieron a la ruta a manifestarse logrando impedir que la irresponsable empresa volviera a ocuparse de la restauración.

Mirando los hechos, en última instancia, ha sido el Ministerio de Obras Públicas (MOPC), a través de su Dirección de Obras Públicas, el responsable de lo ocurrido. De haber sido más diligente en la selección de la empresa contratada en la segunda ocasión, a esta altura, la restauración hubiera estado concluida.

La realidad de hoy es que el trabajo de mantenimiento y recomposición de lo dañado por el polvo y los ácaros que afectan las pinturas y las maderas no realizado pone en riesgo la totalidad del patrimonio que ha quedado en una situación de vulnerabilidad lamentable. En ese estado, su deterioro avanza con más rapidez.

El director de Obras Públicas, el arquitecto José Nicolás Kronawetter dijo que a pesar de las cinco convocatorias de licitaciones, no se ha podido contratar a una empresa que continúe los trabajos dejados a mitad de camino. Las empresas que se presentaron no reunían la profesionalidad necesaria para la realización de tareas técnicas tan específicas. La intervención de la Dirección Nacional de Contrataciones Públicas (Dncp) ha sido decisiva para frenar las adjudicaciones.

A partir de este panorama y atendiendo a la perentoria necesidad de restaurar el templo de Yaguarón, es necesario que el MOPC adopte las medidas necesarias para que los trabajos puedan proseguir. No se podrá alegar que falten expertos en la materia, pues existen profesionales muy calificados, con estudios en el exterior, que podrían hacerse cargo de las obras.

De más está decir que si la joya arquitectónica religiosa más trascendente que tiene el Paraguay se encuentra en un estado tal de incertidumbre cuyas consecuencias pueden ser nefastas, los otros templos –de San José de los Arroyos y de San Joaquín, por ejemplo-, podrían estar en peores condiciones.

Si no se cuida la memoria de nuestro país expresada en estas obras de arquitectura, en el futuro, quedaremos sin esas expresiones del ingenio humano que forman parte de nuestra identidad. Y seremos, entonces, más pobres de lo que ya somos actualmente.

 
 

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